
Todo tiene un principio y como no, para esta primera inmersión en el mundo de los acuarios, no está de más empezar por el principio más original. Como ya te imaginaras, este tema no es nuevo, no voy a descubrir ahora la pólvora y muchos de los que llegáis hasta aquí ya “tendréis todas las respuestas”, pero si quiero que todo el trabajo por llegar tenga un sentido este mini articulo es de obligado cumplimento.
Tanto si acabas de interesarte como si ya llevas un buen recorrido en este mundillo pseudoacuático todos nos hemos visto en la necesidad de resolver la eterna pregunta que se presenta más pronto que tarde, ¿y que hace falta para que un acuario funcione?
Aunque hablamos de acuarios, esto es extrapolable a cualquier instalación acuática destinada a mantener vida acuática. Un acuario, o una instalación para albergar animales acuáticos, es una representación, mejor o peor y más o menos simplificada, de un ecosistema acuático, funcional y capaz de albergar vida. Su cuidador es solo un elemento más de la ecuación que, en un alarde de genialidad o ingenuidad, ha aceptado el castigo y compromiso de hacer que dicho “cubo de agua” sea apto para la vida acuática de su interior. Por ello sin compromiso y responsabilidad ningún acuario o instalación podrá perdurar en el tiempo, y esta quizás sea la primera pata que sostiene toda la infraestructura de todo acuario.
Hace 3500 millones de años que la vida apareció en este planeta, tiempo más que suficiente para haber desarrollado tantas y tan variadas formas y estrategias de vida como posibilidades ofrece la naturaleza. Pero con independencias del camino que eligieron en la amplia carretera de la evolución, todas estas formas de vida tienen un nexo común, el agua. El agua es ese elemento químico mágico sin el cual no se conoce vida alguna. El agua aporta sustento, oxigeno, nutrientes orgánicos e inorgánicos, transmite los sonidos, controla temperaturas, diluye tóxicos,… Sin agua y un recipiente adecuado que la contenga un acuario, una “representación mejor o peor y más o menos simplificada de un ecosistema acuático capaz de albergar vida”, carece de todo sentido.
Pero el agua por sí misma no es capaz de gran cosa sin la intervención del acuarista. Para que nuestro agua pueda albergar la vida que deseamos existen dos caminos: esperar a que esta aparezca y evolucione por si misma o adecuar las condiciones de la misma para que cumpla los requisitos y condiciones que demandan las formas de vida que queramos mantener (peces, invertebrados, bacterias, plantas,…) Dado que esperar otros 4000 millones de año puede dar al traste con la paciencia de las nuevas generaciones de acuaristas, ávidos por obtener resultados con la mayor brevedad posible (véase el tono jocoso del comentario), la segunda opción se vislumbra como una mejor opción y estrategia para disfrutar de un fabuloso ecosistema acuático DIY. Desde un punto de vista muy simplista, para mantener con vida (en su estado más básico) a una determinada especie acuática, nuestro agua debe satisfacer sus necesidades más básicas de: Oxigeno, temperatura, nivel de solutos y nivele de tóxicos disueltos.

El oxigeno, elemento indispensable para la vida aeróbica y desecho de la fotosíntesis, es otro de los pilares básicos de un acuario. Su presencia en el agua es fundamental para todos los peces, invertebrados y vegetales (si también para ellos); todos ellos organismos aeróbicos junto a una parte importante de las bacterias presentes, pero de este tema ya hablaremos en otro momento. Para alcanzar el deseado 100% de saturación de este elemento nuestro acuario necesita movimiento de agua interior.

Este movimiento debe garantizar una buena mezcla y eficiente intercambio de oxigeno y dióxido de carbono (CO2) con la superficie del agua. Pero mucho cuidado, la virtud de la oxigenación es conseguir un correcto movimiento de agua sin que este llegue a ser excesivo o perjudicial para nuestros queridos habitantes. Entre muchas otras opciones para oxigenar agua, el mercado nos ofrece una amplia variedad de soluciones en forma de bombas de recirculación y compresores de aire que nos permitirán mantener un correcto nivel de oxigeno en nuestro acuario fácilmente.
A diferencia del oxigeno, la temperatura correcta del agua va a estar determinada por la naturaleza de los animales que queramos mantener. A pesar de la creencia generalizada entre los neófitos y ajenos a este mundillo, es más fácil y económico mantener animales de aguas cálidas que animales de aguas frías, al menos en latitudes templadas.

Mantener nuestra agua en unos cómodos 25ºC a 27ºC se puede conseguir fácilmente con un sencillo y económico calentador. Incluso podremos prescindir del mismo durante los meses estivales o en viviendas donde la temperatura ambiental permita tener el agua en un rango de temperaturas adecuadas. Sin embargo las aguas frías (por debajo de los 23ºC) pueden llegar a ser un verdadero incordio cuando las condiciones ambientales del espacio donde se ubique el acuario tienda a calentarlo, especialmente durante los meses cálidos. Aunque existen sistemas de refrigeración (que también trataremos en otros artículos), estos pueden llegar a ser demasiado caros para según qué aspiraciones acuarísticas, muy ineficientes o muy costosos en mantenimiento. Además de que el correcto mantenimiento de acuarios de aguas frías o muy frías (por debajo de los 20ºC) pueden llegar a ser realmente complicado. Si estas comenzando en este mundillo mi recomendación es que te centres en animales cuyos requerimientos térmicos puedan ser satisfechos sin equipos de climatización o a lo sumo un sencillo calentador de agua o unos ventiladores. Dejemos por ahora los acuario de menos de 20ºC para un personal más experto… o que viva en países que disfruten de temperaturas gélidas.
Como ya te podrás imaginar, el agua nunca viene sola y son los solutos disueltos los que le confieren muchas de sus propiedades químicas especificas. Estoy seguro que alguna vez has oído hablar de pH, dureza, salinidad… son términos que salen facilidad en cualquier conversación referente a como de buena es un agua mineral o la piscina en la que nos bañamos,… estas y muchas otras propiedades del agua vienen conferidas por el tipo y la cantidad de solutos (sales y otras sustancias) disueltos en el agua. Los organismos acuáticos requieren de una concentración de sales disueltas y pH muy concretos. Si desconocemos estas necesidades y/o no somos capaces de ofrecérselas la muerte de nuestro acuario esta casi garantizada. Existen muchos proyectos e iniciativas que pretenden mantener peces marinos en agua dulce y viceversa, pero mejor dejemos estos experimentos en otras manos y centrémonos en mantener a los seres vivos marinos en agua marina, los de agua dulce en agua dulce en sus respectivos valores de pH según correspondan.

Otro punto de inflexión en toda instalación cuyo objetivo sea el mantenimiento de organismos acuáticos son los tóxicos disueltos. Obviemos por un momento que pueda caer alguna sustancia nociva en el agua por algún descuido y que acabe con la vida de nuestro “vergel acuático”. Con sustancias nocivas me estoy refiriendo a los excrementos y otros desechos intrínsecos en la propia vida de los animales y plantas. Los animales, y en mucha menor medida los vegetales, generan desechos cuya descomposición da lugar a amoniaco.

Si este amoniaco no es eliminado rápidamente del agua sus niveles alcanzarán rápidamente valores tóxicos, acabando con la vida de los peces. Existen diferentes formas de eliminar el amoniaco del agua pero la que nunca debe faltar en todo acuario es la presencia de un filtro (no empleéis el termino depuradora, es poco profesional). Los filtros tienen muchas funciones depurativas: retiran partículas y turbidez del agua, generan movimiento, absorben sustancias disueltas y eliminan elementos nocivos. Existe todo un mundo alrededor de los filtros con los que podemos equipar en una instalación y el material de filtración que usemos determinara cual será la función de este, pero lo que nunca debe faltar es una filtración biológica. Este filtro es el encargado, a través de las bacterias que lo colonizan, de procesar ese amoniaco pernicioso y convertirlo en elementos menos dañinos como el nitrato o el nitrógeno gaseoso. En otros artículos abordaremos este asunto en mayor profundidad.
La iluminación es importante tanto para plantas como animales. A unos les ayuda a alimentarse a través de la fotosíntesis, a otros les proporciona la forma de orientarse, diferenciar entre el día y la noche y organizar sus patrones de descanso o actividad. La iluminación es una necesidad básica de toda instalación que debe ser bien estudiada e implementada. Puede ser algo tan sencillo como no necesitar iluminación alguna o una simple lámpara estándar y tan compleja como buscar la producción de un determinado metabolito fotoactivo a través de una iluminación dirigida usando longitudes de ondas específicas.

El abanico es extremadamente amplio. Conocer nuestras necesidades y dejarse asesorar por alguien con más experiencia quizás sea el mejor consejo que se pueda dar en este punto.
En resumidas cuentas, quienes disfrutamos creando espacios acuáticos vivos y funcionales somos armadores de puzles, pacientes y minuciosos. Elegir las piezas correctas hará que nuestro puzle luzca acabado y bonito, sin huecos que distorsionen la imagen que intenta representar. Como dijo el conservador del Aquarium de Sídney “con buena agua, buena luz y buena corriente, cualquier acuario funciona”
Un saludo.
Juan José Díaz